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El autor.















Tras la huella del cobre - Cuento

"TRAS LA HUELLA DEL COBRE"
Cuento

Juanito entra precipitadamente de la calle. A sus diez años todo le parece excitante. Por ello, enarbolando su cuaderno de Ciencias naturales, apenas puede esperar contarle a su mamá la tarea que le dieron a investigar en la escuela...
—¡Mamá, mamá! –dice agitado, al encontrar a su mamá preparando el almuerzo en la cocina– La profesora me dio una tarea de investigar... Y le va a poner un siete al niño que haga el mejor “investigado”.
—“Que haga el mejor trabajo”, se dice Juanito –responde sonriendo su mamá–. ¿Y a qué se debe tanto entusiasmo, hijo?
—Es que la tarea es sobre los mineros. Y como mi papá trabaja en una mina, él me puede ayudar y seguro que me saco un siete... Ja...”bacán”.
—Ja, ja, ja. Va ha ser bien difícil parece Juanito –dice riendo su madre–. Especialmente por que tu papá trabaja en la oficina de contabilidad, y solo lleva un año en ese trabajo...
—Pero él debe saber... ¿o no?... ¡Puchas que mala “onda”! –exclama Juanito desanimado.
—Pero hijo, si tú puedes investigar personalmente. Mira, podemos ir a la Biblioteca Municipal, y buscamos toda la información que necesites. ¿Y de qué se trata el tema?
—Sobre los mineros que buscan minerales en los cerros, y cómo se... a ver ¿cómo era?... ah, sí... como le han servido al hombre...
—¿Te refieres a de qué manera el uso de los minerales ha beneficiado al hombre?
—Eso mismo... Oye tú hablas igual que la profesora...
—Es que yo también tuve que hacer investigaciones cuando iba a la escuela.
—Ah, pero ¿existían las escuelas cuando tú eras niña, mamá? Ja, ja, ja...
—Juanito? No te hagas el gracioso, payaso...Ja, ja, ja. Creo que en la casa de tu abuelita tengo unos trabajos de recortes de minería guardados. A lo mejor te pueden servir. Espero que mi mamá no los haya botado.
—¡Yo los voy a buscar! –dice entusiasmado el niño, saliendo de la cocina.
—¡Ten cuidado al atravesar la calle, Juanito! ¡Y no es necesario que corras!... No te demores mucho hijo, que ya vamos a almorzar...
—¡Sí, mamá!...
Después de correr las dos cuadras que lo separan de la casa de sus abuelos, Juanito es recibido por su abuelo, quien le hace pasar.
—¿Cómo estás “regalón”?. ¿Pasa algo que vienes tan apurado, hijo?...
—No, abuelo. Es que mi mamá dijo que mi abuelita tenía guardado unos trabajos de la escuela de mi mamá, que me pueden servir para hacer una tarea –responde Juanito, agitado.
—Ah, pero tu abuela todavía no regresa del mercado. Tendrás que esperarla. Ya debe estar por llegar. Siéntate un rato para que descanses. Te traeré un jugo para que te repongas. ¿Tu nunca dejas de correr? Pareces repollo transpirado Ja, ja, ja.
El niño solo sonríe por toda respuesta. Su abuelo regresa con un vaso de jugo que entrega al niño, sentándose luego junto a Juanito, en el comedor.
—¿Y de qué se trata la tarea “regalón”?.
—De mineros. Y de cómo los minerales sirven al hombre...
—Ah, qué interesante –dice el viejo, llevándose una mano a la barbilla, y recostándose sobre la silla–. ¿Y qué piensas tú?. ¿Crees que los minerales han ayudado a los hombres? –pregunta con divertido interés.
—Yo creo que sí, pu’. Por ejemplo el oro, le ha hecho ganar mucha plata al hombre... ¿No es cierto?.
—Ja, ja, ja. Eso es cierto, pero los minerales y especialmente los metales le han ayudado de manera más noble –ríe divertido ante la inocencia del niño–. Por ejemplo en estos mismos momentos estoy pensando en un metal muy noble y que, a nuestro país le ha dado muchas satisfacciones...
—¿El oro, abuelo?
—No. El cobre...
—¿El cobre? –pregunta sorprendido.
—Sí, “regalón”, el Cobre. Ese metal rojo, que es como la sangre de la tierra, ha acompañado al hombre desde los mismos comienzos de la historia...
—¿Ah, sí, abuelo? –responde interesado Juanito, acomodándose en su silla como si se preparara para escuchar una de esas interesantes historias que su abuelo suele contarle cuando trata de enseñarle alguna lección práctica de la vida.
—Así mismo como lo oyes. ¿Sabías que es el segundo metal que se menciona en el libro sagrado de Dios?
—¿La Biblia?
—Así es. Espera te lo voy a mostrar.
El Abuelo se retira por un instante regresando con una vieja Biblia ajada por el tiempo.
—Mira. Primero se menciona al Oro, noble metal. Aquí se dice que abundaba en la tierra de Havílá, cerca del río Pisón, uno de los ríos que bañaba el mismísimo jardín del edén(1).
—¡Verdad!. ¿Y el cobre?... –pregunta entusiasmado el niño.
—Aquí, un poco más adelante, mira... Aquí dice: “Sil-la, por su parte, dio a luz a TubalQayin, forjador de toda herramienta de cobre y de Hierro.” (2)¿Ves? Incluso se le menciona antes que el hierro.
—¿Y esto fue hace mucho tiempo?
—¡Imagínate, Juanito!, sucedió al mismo comienzo de la humanidad. Antes del gran diluvio de Dios...
—¡Bacán, abuelo!
—¿"Bacán"?. Ja, ja, ja. Nunca entiendo esas palabras que usas...
—¿Y qué mas abuelo?...
—Bueno, usemos nuestra imaginación. Cierra los ojos y contempla a los antiguos confeccionar sus cacharros de cobre. Pero, ¡aguarda! No todos usan el cobre de buena manera...
—¿Ah, no, Abuelo? –pregunta el niño, sumándose a la fantasía del viejo, quien gesticula y hace ademanes descriptivos.
—No, “regalón”. Mira a esos hombres como fabrican espadas, lanzas y flechas de cobre para la guerra, machacando los filos, para darle mayor dureza...
—¿Y por qué, abuelo?...
—Bueno, por que algunos hombres son así, y otros, para defenderse también lo hacen. Los ejércitos por toda la historia han usado el cobre en sus armas. Hasta el famoso rey Salomón utilizó el cobre en su ejército, como armaduras escudos, armas y grilletes.
—¿Verdad abuelo?..
—Sí, pues “regalón”... ¡Mira allí sobre las montañas! –el viejo indica hacia un imaginario lugar–. Mira el brillo del sol sobre los escudos de cobre de los ejércitos de Salomón... ¿Lo ves?
—Sí, Abuelo –el niño sigue el juego–. ¡Ahí vienen corriendo, con sus espadas levantadas!
—El brillo del sol sobre sus espadas de cobre, hace que parezcan rayos que salen de sus manos –dice el viejo, actuando sus expresiones–. Y la polvareda que levantan bajo sus pies, le da un aspecto fantasmal a toda la escena... Los ejércitos enemigos huyen despavoridos...
—¡Aaaah, “bacán”, Abuelo...! ¿Y qué más..? –pregunta entusiasmado el niño.
—Nada, que los ejércitos de Salomón ganan la batalla, gracias a la brillantez del rojo metal, que el sabio rey hizo fundir aliándolo con estaño, en las minas de cobre, cerca de Sucot... Pero sigamos avanzando en la historia tras la huella del cobre...
El viejo adopta una actitud solemne y misteriosa al hablar, que deleita sobremanera al imaginativo Juanito...
—Estamos en el siglo quince...
—¿Ah, si?
—Por supuesto, Juanito. Asómate por esa ventana...¿Qué ves?...
—No sé. Está muy oscuro... no se ve bien, abuelo –responde el niño deleitado.
—Estamos en el taller de Johannes Gutenberg, en la ciudad de Maguncia, a orillas del famoso río Rin, Alemania...
—¡Ah, claro. No me había dado cuenta... ¿Y quién es, abuelo?
—¡Me extraña, Juanito –dice el viejo abriendo sus ojos sorprendido, jugando con el niño–. Es nada mas y nada menos que el inventor de la imprenta de tipos móviles, en Alemania.
—Ah, sí. Es que no me acordaba... ¿Qué es la imprenta de... qué dijiste?..
—De tipos móviles. Son letras chiquitas que se hacen en forma de pequeños bloquecitos de una aleación de plomo y estaño, para imprimir libros, periódicos y otros escritos.
—¿De plomo?. Pero eso no tiene na’ que ver con el cobre, pues abuelo...
—Espera, no te impacientes. Observa bien por la ventana... ¿Ves a esos quince o veinte empleados de Gutenberg, trabajar con hierro y cobre?
—¡Sí, ahora me doy cuenta!... “Super”. ¿Y qué hacen abuelo?
—Primero tallan en hierro las letras del alfabeto, una a una. Luego las imprimen a golpe... ¿sobre qué Juanito?...
—¿Sobre cobre...?
—¡Bien!. Tienes muy buena vista, para fijarte desde aquí. Ahora observa con cuidado... verás que una vez obtenida las matrices o moldes de cobre en negativo, para cada letra, vierten el plomo fundido con estaño, sobre los moldes de cobre para obtener los tipos finales. ¿Qué tal?
—“¡Mortal, abuelo!”... ¿Y para qué hacen todo esto?
—Observa con cuidado. Estás a punto de ser testigo de un hecho que cambiará la historia de la escritura en todo el mundo...
—¿Ah si? ¿Qué cosa?
—Apunta este año... “Año del señor, de mil cuatrocientos cincuenta y cinco”, y la primera Biblia impresa, sale del taller de Gutenberg. La primera de unos 180 ejemplares iniciales.
—¡Qué “chori”! ¿Y es grande?
—Ya lo creo... tiene 1.282 páginas de 42 líneas cada una, ordenadas en columna doble.
—¿Es primera vez que se usaba el cobre para esto, abuelo?.
—Veamos que dice el señor Gutenberg... ¡Eh!, ¡Señor Gutenberg!... ¿Puede acercarse un momento, por favor? Mi nieto quiere hacerle una pregunta... Ya Juanito pregunta no más...
—¿Es primera vez que se usa el cobre en la imprenta, señor Gutenberg?
—Ah, no, muchachito –responde el viejo, fingiendo imitar la voz de Gutemberg–. Ya antes que yo, en Corea, se utilizaron letras de cobre en una imprenta estatal. Pero no eran de tipos móviles. Esto que estamos haciendo aquí, es una verdadera revolución... –acercándose con complicidad y hablando bajo agrega al niño–: Y me parece que nos haremos famosos...
—Qué interesante –dice el niño, emocionado, metido en la fantasía–. ¿Y fue así, abuelo?
—Ya lo creo. La gente de la época quedó atónita, por la uniformidad, simetría, armonía y belleza de esta primera Biblia impresa. Aún en nuestra época los tipógrafos se siguen maravillando de esta obra maestra.
—¡Me gustó el viaje por la historia, abuelo! ¿Y cómo sabes tanto?
—Ja, ja, ja. Es que yo también fui a la escuela, y tengo muy buena memoria.
—¿Y hay más historias del cobre en la historia, abuelo?
—¡Uuuh, miles!. Faltaría tiempo si visitamos al Imperio Egipto, los tesoros de Asiria, Babilonios y Medopersas. También se encuentra con los Etruscos, Griegos, Romanos... en fin. El cobre ha sido compañero del hombre por todas las épocas.
—¿Y en nuestro país, abuelo?
—Por supuesto. El cobre se ha encariñado con nuestro país, Juanito. Y se ha puesto a dormir en las montañas y valles, por casi todo nuestro largo territorio.
En ese momento entra la abuela que regresa del mercado...
—¡Qué sorpresa más grata! ¿Y qué te trae por aquí, Juanito?
—Vine a buscar unos recortes de la escuela de mi mamá, que dijo que usted tenía guardados. Pero mi abuelo ya me ayudó re’ harto’.
—Ah, bueno. Están en el cuarto de los cachureos. Vayan ustedes a buscarlo. Están en un baúl chico, al lado del cajón de las herramientas de tu abuelo. Tengan cuidado con las arañas...
—Gracias abuelita...
—¿Te quedas a almorzar con nosotros, Juanito?
—Tengo que avisarle a mi mamá primero.
—Bueno, le avisas y te vienes al tiro. El almuerzo estará listo dentro de poco. –Dirigiéndose a su esposo agrega–: Mira lo que compré a unos gitanos en el mercado...
—¡Una paila de cobre! –exclama entusiasmado Juanito... “Mortal”.
—No sabía que te gustaban tanto –dice divertida la abuela.
—Es que con Juanito hicimos un interesante viaje por la historia, siguiendo los pasos del cobre y sus usos por el hombre –dice a modo de explicación el abuelo–. Es que le dieron una tarea de investigación, y está muy motivado.
—¿Ah, si? –responde la abuela–. ¿Y tu papá no trabaja en una mina de cobre? Él también te podría ayudar...
—Sí pero mi mamá dice que como trabaja en Contabilidad... A lo mejor no sabe mucho.
—Pero no está demás que le preguntes... ¿verdad?
—Sí pu’. Tiene razón.
Después de revisar el baúl, donde encuentran unas carpetas con trabajos estudiantiles de su mamá, Juanito y su abuelo se dedican a buscar algún material que les sirva.
—Mira, abuelo. Aquí hay un trabajo de la mina de Chuquicamata...
—¿A ver?... Sí tienes razón... Aquí dice que es la mina a rajo abierto más grande del mundo... ¿Qué te parece?.
—¿La más grande del mundo?... “Bacán”...
—Mira aquí hay un folleto de Codelco, que yo guardé hace poco... Aquí explica que la forma de recuperar el cobre ha cambiado mucho desde las antiguas fundiciones de antaño.
—¿Ah, si?... ¿Y Cómo?
—Leamos lo que dice aquí, mira... "En los últimos años se ha desarrollado un novedoso proceso para extraer el cobre, mediante una bacteria llamada 'Tiobacter ferrooxidans'. Para hacerla actuar, se humedece los estériles de la mina, con ácido sulfúrico y la bacteria libera el cobre como sulfato de cobre, el que es recogido y transformado en cobre metálico, logrando purezas de hasta un 99,99%". ¡Qué interesante! ¿Te imaginas? Hasta con bacterias se extrae el cobre.
—Qué son las bacterias, abuelo?
—Son formas de vida muy pequeñitas, invisibles al ojo humano, como microbios. ¡Y se alimentan de cobre! Así trabajan para beneficiar al hombre... y sin sueldo, Ja, ja, ja. A propósito... ¿Sabías que al cobre le dicen “el sueldo de Chile”?
—¿Y por qué, abuelo?...
—Bueno, porque por mucho tiempo fue el producto de exportación que reportó más divisas al país. Aún hoy día nuestro país depende mucho de la venta de cobre en los mercados internacionales.
—¿Y para qué compran el cobre los otros países, abuelo?
—Uuh, Juanito. Para muchas cosas. Especialmente en la industria de las comunicaciones.
—¿Y cómo?
—El cobre se encuentra retozando al sol, en miles y miles de kilómetros de tendidos telefónicos. Trabajando arduamente en circuitos de aparatos comunicacionales, como radio caset, videograbadoras, televisores, computadores, etc. etc.
—¿Y dónde mas, abuelo?
—Bueno, si quieres más ejemplos... Mira por la ventana, hacia arriba ¿Qué ves?
—El cielo.
—Ja, ja, ja. Bueno es cierto. Pero más abajo del cielo ¿Qué ves en los postes?
—Ah. Las corrientes...
—Cierto. Son cables de cobre que transportan la electricidad que nos permite ver la televisión, escuchar la emisora de radio, encender la luz en la noche.
—Y le permite a la abuelita, usar la licuadora, la lavadora y la enceradora –interviene entusiasmado Juanito.
—¡Bravo!. Veo que estás entendiendo la gran importancia que tiene para nosotros este noble metal que es el cobre. Y se te olvidó mencionar que nos ayuda a conservar el alimento en el refrigerador, que también usa la electricidad que transportan los tendidos eléctricos.
—Ya, Juanito, anda donde tu mamá a pedirle permiso para que te quedes a almorzar con nosotros –dice la abuela, secándose las manos en su delantal.
—Mejor llámala por teléfono desde el almacén de al lado, Juanito. Aquí tienes para pagar la llamada –dice el abuelo, entregándole una moneda al niño.
—¡Oye, abuelo! ¿Las monedas también son de cobre?
—Bueno. Por mucho tiempo se usó el cobre puro para fabricarlas. Ahora se le encuentra aliado con otros metales en muchas monedas que están en circulación por el mundo.
—¡Ya sé como voy a hacer mi trabajo de la escuela!...
—¿Ah, sí.? ¿Y cómo lo harás?
—Como entrevistando al rey Salomón, el señor Gutenberg, y a otros más. Y que ellos expliquen cómo usaban el cobre. ¿Me ayudarás, abuelo?
—¡Excelente idea! Y por supuesto que te ayudaré. Juntos entrevistaremos, al Faraón Tutankhamón, en Egipto; a Alejandro Magno, en Grecia; a Julio Cesar, en Roma; a Napoleón Bonaparte, en Francia; y hasta al mismísimo presidente Abraham Lincoln. ¿Qué te parece?
—"Re' chori", abuelo. ¿Y qué título le podemos poner?
—A ver...¿Qué te parece..."Tras la huella del cobre"?
—"Bacán", abuelo. "Super bacán"... ¡Seguro que me saco un siete!...
—Ja, ja, ja. Sí. " Super bacán", Juanito. "Super bacán". Ja, ja, ja.

FIN


Notas:
(1) Génesis 2:11,12.
(2) Génesis 4:22.
Fotografía: www.aradon .com